Como cabeza de cartel, dos grandes representantes del buen hacer del cine contemporáneo y que estaban atravesando una mala racha en sus respectivas carreras. Por un lado el director Steven Soderberg, que después de Traffic dibujaba una peligrosa tendencia a la baja, con películas como Contagio o El Soplón. En The Knick, aparte de dirigir, también se pone detrás de la cámara como operador y aparece como editor, en, sin duda, uno de sus mejores trabajos. Por otro lado, un Clive Owen casi desaparecido del cine para centrarse en su trabajo sobre los escenarios teatrales, que no dudó en aceptar el trabajo tras una primera lectura del guión y que borda un papel complejo con demasiadas aristas.
El trabajo de los secundarios también es notable, sobretodo el de André Holland, y destacable el de la sección femenina, tanto de Juliet Rylance como de Eve Hewson. Curiosamente, estos actores interpretan a un sector de la sociedad muy ninguneado a principios de siglo XX. En el apartado técnico, lo que más nos va a llamar la atención no son sus excelentes decorados, vestuarios o ambientación, sino la banda sonora novedosa de Cliff Martinez, que se atreve, para sonorizar una serie casi de época, utilizar sintetizadores, con bajos muy gruesos pero melódicos, resultando melodias tecno-beats anacrónicas más en la línea de la serie Utopia que de Arriba y Abajo, por poner un ejemplo. Simplemente Magistral.
Pero si por algo se caracteriza The Knick es por el tratamiento general de esa Nueva York del año 1900. Porque, aunque parezca lo contrario, no estamos ante una serie tipo House o Anatomia de Grey, más centrada en sus logros hospitalarios que en su propio entorno, donde los cirujanos rajan a sus pacientes a ritmo de bonitas melodias de mujer guapa tocando el piano. The Knick es una crítica y reflejo de aquella sociedad de principios de siglo, donde los negros apenas tenian derechos, y las mujeres no tenian ni voz ni voto, puros titeres dirigidos por hombres de dudosa honorabilidad. De un Nueva York dominado por la corrupción, el poder de unos pocos, empresarios o mafiosos, y de la enorme diferencia de clases entre ricos y pobres.
Pero no creais que todo es morbo, racismo y violencia. En The Knick también hay sitio para el amor, del escondido a los ojos de los demás, del lascivo, o del puro amor a la vida. Y también hay hueco para otra historia de amor más peligrosa, la de la cocaína, ya que, como comentaba antes, el doctor Thackery es un adicto a esa droga usada antes como analgésico o sedante, y que le llevará tanto al éxito como al infierno de su drogodependencia. Y ahí otra vez el trabajo de Clive Owen es magistral, resultando creíble en todas las aristas de su personaje.
Por ponerle alguna pega, a veces el ritmo baja un poco, en sus capítulos intermedios, por culpa de dejar un poco de lado el hospital y centrarse demasiado en el resto de personajes. Pero se le perdona, gracias a su tramo final, los dos últimos episodios, que te vuelven a dejar enganchado. Os la recomiendo.
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