Robin Wright (La Princesa Prometida, Forrest Gump) se interpreta así misma a los 44 años, ya casi sin trabajar y con dos hijos. Al, su agente (Harvey Keitel) le trae una oferta que no puede rechazar: una última interpretación para poder ser escaneada, digitalizada, y archivada para uso y disfrute de los estudios cuando estos quieran. 20 años después, cuando su contrato ha finalizado, es invitada por los mismos estudios a El Cogreso de Futurología, donde se presenta el lanzamiento de un producto revolucionario: una sustancia que al ser consumida te convierte en esencia, en gusto o en olfato, para que los futuros compradores puedan consumirte a su libre albedrio...
Si en la novela original el protagonista era un astronauta ruso que a su regreso del espacío acudía al Congreso de Futurología, donde se debatian filosofías sobre el comunismo y el capitalismo, aquí Ari Folman la ha sabido adaptar a un debate más centradoen la industria cinematográfica. Su protagonista, Robin Wright (haciendo de ella misma) se encuentra entre la espada y la pared, ante una oferta con la que prostituirá su imagen y todos sus derechos personales, pero que le dará los suficientes beneficios para vivir acomodamente y conseguir un tratamiento para su hijo menor con problemas. Es ésta parte la que tiene más fuerza, donde los diálogos son más crudos y se le atizan más puñaladas a una situación actual, quizás algo alterada, pero sin duda que dará que pensar, ya que con un simple vistazo a la cartelera actual, veremos que los productos más taquilleros estan interpretados por actores de poco peso, y se da mucha más importancia a la inversión en los efectos especiales (Transformers, Guardianes de la Galaxia, Tortugas Ninja, etc).
La segunda parte, nos sumergimos en el universo del "Yellow Submarine" de The Beattles, con una animación bastante particular y psicotrópica, con la mayoria de trazos curvos y donde se representa casi toda la gama de colores de la paleta. Pero aún con ese continente, el contenido sigue siendo igual de fiero y cítico. Ari Folman se la juega y no le sale mal. El problema es que en ese cambio de estilo te puedes encontrar algo perdido, demasiada información de golpe. Pero una vez se consigue uno aferrar a la hisoria, nos volvemos a sumergir y aunque se vaya desinflando todo un poco, la película deja un buen sabor de boca.
Resumiendo, que The Congress es claramente una película que va de más a menos. Aunque no por ello sea mala e indigna, ya que es bastante superior a todo lo que se pueda ver hoy mismo en las salas. Ari Folman, que ya sorprendió con Vals con Bashir, vuelve a subirse al carro de ese cine más escondido, pero de calidad. Otra recomendación, daros un repaso sobre la bibliografía de Stanislav Lem (nada que envidiar, por ejemplo, a la de Isaac Asimov) y podreis descubrir como, por ejemplo, los Hermanos Wachowski fusilaron sus ideas a la hora de concebir Matrix.
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