miércoles, 12 de noviembre de 2014

Clásicos Modernos: MOON (2009)

Moon tiene en su haber el haber reflotado el género de la space-ópera en pleno siglo XXI, en una época donde la ciencia ficción se estaba centrando en conquistar nuevos planetas como Avatar, en reflejar un futuro incierto con problemas humanitarios, como en Hijos de los Hombres o The Road, y ataques alienigenas como La Guerra de los Mundos de Spielberg o Cloverfield. Duncan Jones retoma las tramas espaciales que pasan en estaciones orbitales, como las de 2001, Dark Star o Solaris, con buena carga dramática y toques de thriller espacial.

Sam Bell trabaja en una estación minera de la Luna encargada de extraer combustible para la Tierra. Su contrato de tres años está a punto de terminar, y tiene ganas de volver a la Tierra a disfrutar de su mujer y su hija. Pero en un incidente con una de las máquinas de extracción le será revelado el oscuro secreto que guarda su puesto de trabajo.... 

Moon tiene todas las características de una "ópera prima". Cuidada al mínimo detalle, aprovechando hasta el mínimo euro de financiación, una trama original que sorprende, y un guión con algún defecto, que gracias al resto del conjunto, no resta mucho en la sensación de estar ante una gran película. Es una historia con un reparto mínimo: Sam Rockwell como astronauta, algún secundario que aparece en videoconferencia, y sobretodo GWERTY, la computadora central de la estación, a modo de un HAL-9000 moderno, y a la que Kevin Spacey cede su voz (indispensable verla en v.o. para disfrutar de la riqueza de matices en su interpretación)

De hecho, casi todo el dinero se fue en el decorado y las maquetas de los vehículos mineros. Porque si algo hay que agradecerle a Duncan Jones es el retorno a las maquetas espaciales, las de las primeras Space Óperas, desde Star Wars, Star Trek o Naves Misteriosas que luego quedaron relegadas por una pantalla verde y el diseño por ordenador. La idea del guión no es novedosa, pero sí el entorno donde se desarrolla, y el cómo afecta a Sam Bell, interpretado por un Sam Rockweel en estado de gracia, aunque quizás funciona mejor en los momentos más complicados y dramáticos que en los felices.

La película aprovecha muy bien los espacios, dando así una sensación de amplitud de la estación espacial (que suponemos que no es tanta). La primera mitad es realmente una larga introducción a lo que Sam hace allí, su misión, sus ratos libres, y sus videoconferencias. Pero a raíz del descubimiento del elemento discordante, tampoco nos lanza toda la información a lo bestia. Nos la va desgranando poco a poco, enlazando las nuevas pistas con lo visto anteriormente, y lo que es mejor, sin muchas estridencias.

Quizás el problema de Moon está en la resolución, que a algunos les puede llegar a chirriar un poco, sobretodo a los más forofos de las teorias físicas espaciales. Pero yo es algo que le perdono, porque durante los 97 minutos que dura me he quedado enganchado a la película, y lo que es mejor, he tenido la sensación real de estar viendo la cara oculta de la Luna.
Sin duda una de las sorpresas del 2009, que arrasó en Sitges (dirección, actor, guion y diseño de producción) aparte de ganar el BAFTA, un NBR, y algún premio más, casi todos como Mejor Opera Prima y Director Novel


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