viernes, 28 de marzo de 2014

UPSTREAM COLOR

Recordemos a Shane Carruth, ingeniero y experto en las matemáticas quien un buen día motivado por su frustración laboral, decidió sacar del bolsillo el dinero necesario para adentrarse en el mundo del cine. El resultado fue Primer (2004), brillante y críptica obra de ciencia ficción acerca de los viajes temporales  que empezaba a exponer los signos de un realizador diferente y sumamente complejo. Nueve años después Carruth regresa con Upstream Color, otra experiencia cinematográfica que sin duda exprimirá parte de nuestros adormilados cerebros.

Kris y Jeff se atraen desde el momento que se conocen. Ellos no lo saben, pero sus pasados tienen puntos en común: han sido víctimas de un extraño secuestro por parte de un par de extraños con el fin de llevar a cabo una investigación cientifico-social.


Avisados quedais de que no es una película fácil. Quizás podría compararse superficialmente con aquella Tree of Life de Terrence Malick, aunque sólo tangencialmente en ciertos puntos. Porque la narrativa de Shane Carruth es mucho más compleja que la de Malick, pasando de un montaje lineal ni a base de flashbacks ni nada que se le parezca. Es un montaje totalmente elíptico en el que tú decides, en cierta manera, la linea temporal donde sucede. Un complejo trabajo de storyboard (según a confesado Carruth no se modificó nada en el montaje) que seguramente justifica esos 9 años de embrionamiento.


Al grano: Upstream Color nos muestra al principio un extraño botánico capaz de extraer un curioso gusano de unas plantas. De ese gusano extrae una esencia, que aplicada a cualquier sujeto hace que éste pierda el control sobre su mente, quedando expuesto a la voluntad de su huesped. Luego pasamos a la historia de la pareja, con sus fases más romanticas y sus baches, y el descubrimiento de que puedan tener algo en común y su posterior investigación. Por otra parte, tenemos a The Sampler, un personaje peculiar que se dedica a samplear sonidos de la naturaleza e investigar con ellos sobre animales para modificar sus comportamientos.


Si a esa extraña sinopsis le añadimos una estética sobradamente indie (planos quemados a contraluz, perfectos planos aereos), que los dialogos son apenas existentes excepto en la pareja, una banda sonora protagonizada mayoritariamente por sonidos que no canciones, y un montaje peculiar, obtenemos una película que en primera instancia nos puede ocasionar un rechazo extremos (como fue mi caso). Es lo bueno y lo malo que tienen este tipo de proyectos donde el director pasa a ser "creador": Shane Carruth se encarga de direccion, fotografia, bso, montaje, e incluso interpreta al protagonista.

Pero sin duda es una película que gana mucho en un segundo visionado, ya algo más concienciado para detectar los posibles puntos donde se unen las lineas. Seguramente su estreno de este fin de semana se verá reducido a como mucho a no más de dos o tres salas. Podeis acceder a ella tambien mediante plataformas digitales, y experimentar la sensación de descubrir lo que te quieran contar de esa manera tan compleja.
Es todo un juego y una experiencia.



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