viernes, 20 de junio de 2014

YO, FRANKENSTEIN

En un presente distópico en el que hay una guerra secreta entre ángeles y demonios, el monstruo que creó el doctor Victor Frankenstein se convierte en el héroe que deberá salvar a la humanidad de su destrucción mientras busca respuestas sobre sí mismo.

Propongo una idea: coger a todo el equipo de la película, director, productores, actores y demás, encerrarlos en un granero y prenderle fuego. Porque ésta es la mayor violación que se haya hecho de cualquier clásico de monstruos, y mira que las han hecho malas (bueno, a chiquito también lo podemos quemar por su Condemor). Una película sin pies ni cabeza, más falsa que Judas, que no te la crees en ningún momento, desde donde el punto de partida y su título ya son falsos. Porque recordemos que el nombre de Frankenstein es el del creador (que por cierto, aquí solo sale al principio), el monstruo es anónimo, y es uno de los fallos que arrastramos desde hace años gracias a las adaptaciones que se han hecho a lo largo de la historia, como la de que los vampiros no pueden pasear a la luz del sol. Si no me creeis, os remito a las novelas de Mary Shelley o la de Bram Stroker.
La película está hecha a medida de cualquier blockbuster adolescente: muchísimo efecto digital y peleas a porrillo. Se podria decir una mezcla actual cogida por los pelos entre Blade y Underworld, pero cambiando los vampiros y licantropos por Gárgolas y Demonios. Pero es que la historia no tiene ni pies ni cabeza, los actores lo hacen fatal, y aunque la peli tenga algo de ritmo e intentas positivamente tragarte tremendo engendro, no puedes con él. Porque hay mierdas que sabes que van a ser mierdas, pero luego resultan algo simpáticas (Van Helsing por ejemplo). Éste no es el caso.

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