miércoles, 1 de octubre de 2014

R100

Había oido hablar de Hitoshi Matsumoto, pero nada específico sobre su obra. Mirando la wikipedia descubrí en su biografía que, al igual que otro grande como Kitano, Matsumoto viene de la comedia televisiva, y su cine está plagado de homenajes y críticas a la sociedad japonesa. Y es que algo tiene que estar pasando allá en Japón para que directores como Sion Sono o Matsumoto tengan películas ya no sólo críticas, sino que son totalmente novedosas en cuanto a planteamientos, rozando el surrealismo y la parodia fácil, pero que alberguen tanto cine.

Takafumi Katayama no puede llevar una vida más triste: su mujer lleva años en coma, su trabajo como dependiente en un centro comercial es de lo más aburrido, y por culpa del horario, no puede atender las necesidades de su hijo. Pero él es sumiso, y le gusta. Es por ello que contrata un servicio privado de bondage (sadomasoquismo) algo peculiar: recibirá las visitas de las amas sin previo aviso para humillarle como se merece...
Vista la sinopsis, os podreis imaginar que R100 es una película que no deja indeferencia a su paso. Leo en alguna entrevista al directo de que se trata de una crítica feroz a una sociedad japonesa cada vez más sumisa. Lo que es increiblemente sorprendente es su planteamiento. Tiene un inicio pausado, donde nos detalla la rutina del sr. Katayama, que como la fotografía de la película, es en escala de grises y a veces marrón. El color o está muy apagado o brilla por su ausencia, y sólo nos deja a ratos disfrutar de los rojos de los labios de algunas de sus amas. Todo aparentemente correcto, acompañado de música de Beethoven,  sino fuera por el efecto que nos muestra el director cuando el sumiso consigue el placer, una especie de hinchazón por dentro de la cara y los ojos negros, y unas ondas circulares que salen de su craneo, pero que no desentonan con el entorno de la película.
Pero llegamos al minuto 40 de metraje y vemos el título de crédito de la película. Saltamos a 5 personas en una sala de espera, que tras sonar el timbre se adentran en una habitación, movimiento de película y otra vez el título de crédito. Todo ese efecto hace como si nos proyectaran una película nueva. Y aunque los personajes inicialmente son los mismos, la historia va ganando en agitación, y con esta agitación aparecen personajes nuevos, como si de la nada, en actitudes de lo más variopinto y hasta cómico. Desde policias protagonizados por el mismo Matsumoto hasta Diosas del Dolor con virtudes bien extrañas.
Y Hitoshi Matsumoto se desata. Nada queda de la sobriedad mostrada hasta la hora de metraje. Los nuevos personajes llevan la película a otro extremo, y el director lo aprovecha para crear algunas de las secuencias que todavía no me quito de la cabeza, empezando por el baile disco de La Diosa de la Saliva, y terminando por un clímax final, donde consigue mezclar magistralmente el Himno de la Alegría de Beethoveen con la destrucción de un sádico, o la aparición de la Ama en la piscina. Parece todo bastante surrealista y puede que nos perdamos en el camino, pero gracias a otro golpe de genio, las cinco personas que estaban en la sala de espera son espectadores como nosotros, y se irán haciendo las mismas preguntas que nos hacemos ante tal derroche de imaginación, por lo que consigue un efecto de que no nos sintamos tan extraños.

Viendo el resultado final, puedo llegar a afirmar que Matsumoto y Sion Sono son de lo mejorcito del cine japonés contemporaneo, tanto por lo arriesgado de sus propuestas como el sello personal que le imprimen a sus películas. R100 parecia distinta, pero su media parte final es de órdago, y para mi gusto, seguramente una de las destacadas del festival.


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